Hace 24 horas que mi beba dejó el pañal. Confieso que no me lo propuse, venía dilatando el tema hace rato. Sin embargo, ayer, cuando llegué al jardín para retirarla, las maestras me dieron la buena nueva: ¡Mami, sorpresaaaaa! ¡Está sin pañal! Sí, así. De sopetón. Se lo sacaron, nomás, sin preguntar. Ante esa situación, obviamente, me vi obligada a comenzar -antes de lo que yo me lo hubiera propuesto (¡todavía no es verano!)- la OPERACIÓN BOMBACHA.
Tengo que confesar que lo primero que uno hace, inexperta, ante estos momentos es googlear "cómo sacarle el pañal a mi bebé". Y ahí aparecen un montón de consejos en diez pasos, que dan la sensación de que el tema es ultrasencillo, fácil de resolver con un manualcito for dummies. Para las que aún no lo han intentado, tengo que decirles que NADA de todo eso funciona. Porque no depende de "mamá" -como plantean estos instructivos- sino especialmente de cada chico. Algunos proponen leer "las señales" que da el niño cuando está listo. Pero el problema es que esto no significa solamente que el nene pueda decir "caca". Estas "señales" pueden no ser muy claras, sobre todo porque cada chico tiene su manera de atravesar el asunto. En mi caso, puedo decir que la experiencia que tuve con mis dos nenas fue muy distinta. Que no pude seguir, con la segunda, el mismo método que resultó con la primera. Que, como ellas son distintas, necesitaron cosas diferentes para llegar a ese momento glorioso de ponerse la primer bombacha.
Recuerdo que, la primera vez, me había propuesto lograrlo un verano. Por supuesto, la nena no estaba lista. Se sentó un par de veces en la pelela y después no quiso saber más nada. Nueve meses más tarde, me pedía solita usar bombacha. Coqueta, quería estrenar una nueva de Minnie, y desde ese día en que se lo propuso, fue como un milagro: jamás se hizo encima. Es como si la ficha le hubiera caído, estaba completamente preparada y ella me lo hizo saber.
Para ese entonces, si me preguntaban, yo era una acérrima detractora de los pañales pull-up (esos que son como bombachitas, pero en pañal). Es que, si uno lo piensa, le dan al niño un mensaje confuso: ¿son como la ropa interior, pero me puedo hacer encima? ¿Cómo funciona eso? Andaba por la vida hablando mal de ellos, hasta que nació mi segunda hija, y en un momento decidió -literalmente- arrancarse el pañal. Tenía poco más de un año y no estaba lista para las lecciones en el baño. Más bien, usaba la pelela como un divertimento: se sentaba en ella para jugar, para luego hacerse encima. Así que -mordiéndome la lengua por todo lo que había dicho- fui directo a comprar los pull-ups, que le daban libertad para vestirse y desvestirse sola, y resultaron ser una buena solución para el verano, cuando ella quería practicar pero no estaba madura aún como para lograrlo. Inútil fue intentar e intentar, creyendo que ya era el momento sólo porque se encaprichó con no usar el pañal. No sirvió de nada llevar la pelela en la valija -nota al margen: ¡¿por qué las pelelas de ahora son gigantes, imposibles de transportar?!-, haciéndola volar cientos de kilómetros, para que ella "aprendiera" en las vacaciones. No lo hagan, no aprenderá sólo "porque es verano". Va a aprender cuando quiera, haga frío o calor, nos guste o no nos guste.
De todas las reglas, creo que hay una sola. No importa cuántas ganas tenga mamá. Sólo ellos saben cuándo lo van a logar. Y en ese momento, cuando están decididos, nos lo van a hacer saber. Y ahí hay que acompañar. Poner una bombacha o un calzoncillo antes de tiempo sólo puede embarrar más el terreno. De qué sirve volverse loca intentando llevarlo al baño, cuando él todavía ve al inodoro como Mr. Toilet Man (¿Se acuerdan del inodoro con ojos y dientes que asustaba al niño de Mira quién habla al grito de "GIVE ME THAT PEE PEE").
Y por eso temblaba, ayer, cuando las maestras -¡divinas!- decidieron que mi gorda no necesitaba el pañal y la dejaron en pantaloncito. ¿Estará 100% lista? Lo menos que quería era empezar con esa inútil serie de avances y retrocesos. Por suerte, aunque tuvimos algún accidente, lo está logrando. Hoy hizo su primer caca en el inodoro -¡aplausos y festejos!-, pero antes hubo que convencerla un buen rato para que abandonara el rincón donde siempre se apuntalaba para hacer a escondidas. Temblé por un segundo, pero por suerte accedió y lo logró en el baño. Lo que queda, en los próximos días, es bastante trabajo, preguntar y repreguntar a cada minuto si tiene ganas, visitar todos los baños de cada lugar a donde vamos... En fin, parte de la rutina de decirle chau a nuestro viejo amigo el pañal. Pero, cuando ellos están verdaderamente comprometidos, hacerlo es un festejo y no un tormento. O al menos así debería ser, no sólo para el chico sino para nosotras, las mamás, que naturalmente pecamos de ansiedad.
La experiencia de cada bebe solo sirve para darnos cuenta lo hermoso que es descubrir esa personita unica e irreproducible. Gracias mama.
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