jueves, 9 de junio de 2016

Esos benditos cumpleaños


Tengo que decirlo. Odio los cumpleaños infantiles. Que me juzguen por tal brote de sinceridad. En realidad, me corrijo: no odio todos los cumpleaños (de hecho me encanta programar los de mis hijas y me entusiasmo con cada detalle). Odio los cumpleaños en peloteros, que lamentablemente constituyen el 99% de los eventos sociales de mi nena mayor. 
En primer lugar, son espacios ruidosos. Imposible tener una conversación coherente con alguna mamá y salir de allí sin un dolor de esos que te parten la cabeza. La mala acústica, los gritos, la música punchi-punchi: todo un cóctel de sobrestimulación innecesaria para un niño de cuatro o cinco años. No puedo encontrar ningún punto a favor de esos espacios eufóricos: los animadores -que usan micrófono sobre el ruido infernal que no cesa, sólo para aturdirnos aún más - lanzan a esa manada de infantes como fieras dentro de una jaula, para que se maten por treinta minutos entre pelotas y redes. Después, sedientos y transpirados de agobio, viene el "recreo" de la colación poco saludable. "Coca, coca, quién quiere cocaaaa!!!!"- animaba una chica mal disfrazada a un grupo de nenes de tres años, cuando la mayoría todavía tomaba sólo agua. Ni hablar del combo chizito-pancho, que es un clásico contra el cual dejé de combatir hace rato (hay que saber elegir nuestras batallas: ésa era una derrota segura de antemano).
Luego de algún juego improvisado donde el animador sigue apelando a los gritos de micrófono, llega el momento de la "disco" y entonces la música -que ya estaba alta- sube aún más para que los pequeñitos que a duras penas saben alguna letra de María Elena Walsh repitan ensimismados Oppa Gangnam Style!!!!
Dónde están las coplas infantiles cantadas por alguna animadora cariñosa y su guitarra? Y los títeres? Y los magos? Y los juegos tradicionales, con unas bolsas, un plato con harina y un par de caramelos? No sé si hay que volver al pasado, no tengo fobia al cambio ni melancolía eterna por lo que ya fue. Soy consciente de que la infancia de mis hijas ya es distinta a la mía; los tiempos son otros. Pero podemos ofrecer cosas mejores a nuestros chicos, que sólo consumen lo que nosotros les damos.
Tan sólo estoy segura de algo: los cumpleaños de hoy son los espacios formadores de los futuros amantes de la rave electrónica. Después no lloren madres si nuestros hijos en el futuro se exponen, cada fin de semana, a los peligros de otra Time Warp.



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