miércoles, 8 de junio de 2016
Misión imposible: elegir colegio
Está bien. Soy un poco puntillosa. Me gusta hacer un análisis de mercado, evaluar cada detalle, antes de tomar una decisión. Si compro unas sillas me miro todo Mercadolibre, pregunto y repregunto, voy a los outlets, pruebo, decido, cambio de idea, vuelvo a decidir. No es indecisa la palabra, me gusta decidir. La palabra es exigencia. Si elijo tiene que ser lo mejor, "el" mejor, no puedo pasarme por alto otra opción superadora y no me quedo tranquila hasta no saber que no hay nothing better at all y finalmente decir: son esas las sillas. Sí, yo digo exigente y ustedes traduzcan -con razón-, hinchapelotas. Sí (como muchas otras tantas por ahí), confieso, lo soy.
Bueno, con la elección del colegio sucedió algo parecido al ritual que conté con las sillas. Miento: fue peor. Un año de pesadillas, de dudas, de entrevistas, de soñar despierta y repasar dormida una lista interminable de colegios, con sus virtudes, sus falencias, sus millones de detalles diferenciales que hay que anotar o recordar... Con o sin "drama class", con o sin matemática en inglés, con filosofía para niños, con talleres fuera de hora, hasta con yoga he encontrado (no coments, lo top es top y es así, ja!). Dije sufrir, sí. Pero me regodeaba en la dificultad de la pericia prácticamente imposible. Me encantaba interrogar hasta el fondo a las directoras hasta incomodarlas, hurgar en los foros de mamás que opinaban con causa de desconocimiento, no darme por vencida y creer que por ahí había algún otro colegio más que no aparecía en la interminable lista de los sitios web dedicados al tema.
Después de un año y medio me convertí en una experta. Conozco todos los colegios de Vicente López, lo que ofrecen o dejan de ofrecer. Hablo con expertise frente a otras mamás, recomiendo... Sin embargo tengo que confesar que no existe el colegio perfecto, ni para mí ni para nadie. No hubo un solo colegio que cumpliera con la totalidad de mi lista de expectativas. Así que chicas, si están en esa tarea y son "exigentes" como yo, respiren profundo y díganse a sí mismas: en algún momento hay que parar, en algún momento hay que elegir (preferentemente antes de que empiecen las clases y que....ya no haya vacantes!!!).
Sí, el tema de las vacantes. Me enoja. Me enferma. Eso de tener que anotar al chico prácticamente antes de que nazca para conseguir una vacante... Es que han enloquecido los colegios???!!! Y los padres???!!!! Es que hay gente que ya sabe a qué colegios irán sus hijos antes de tenerlos? Fantasean con eso mientras abandonan los anticonceptivos o amamantan??? Y eligen sólo por el nombre, por el "prestigio" o las modas, sin ir a ver antes el colegio, sin conocerle la cara a la directora de turno o mirar el estado de las instalaciones????? A mi modo de ver, cómo voy a saber yo, cuando estoy pariendo, madre primeriza, a qué colegio quiero que vaya, si todavía no sé lo que es ser mamá de un niño escolarizado, ni me imagino yendo a la escuela, ni leyendo cuadernos de comunicados... Si no conozco bien a mi hijo todavía, y no sé si le conviene -según su personalidad- una orientación artística o deportiva, o jornada simple o doble, o bilingue o no bilingue... Para mí era impensado elegir el colegio antes de la sala de cinco. Quería pasar por todas las etapas a su debido tiempo: el jardín maternal, el jardincito pequeño (y no dentro de una gran institución), para luego llegar al momento de elegir...CHAN CHAN CHAN... el "COLEGIO".
Y sí, es importante elegirlo bien. Los primeros pasos son fundantes en la relación que el chico va a tener con la educación, con la lectura y los libros, con los números, con las responsabilidades y con la vida en general. Así lo veía yo cuando me ofusqué en esta búsqueda intensiva. Intenté buscar ayuda en Internet, encontrar una página que me solucionara la vida con una fórmula perfecta para realizar la mejor selección. Encontré poco y nada, y lo que encontré me sirvió para....hacer todo al revés!!! No hay que mirar fuera de tu presupuesto -decían-, pero yo miré colegios carísimos para luego desilusionarme porque -sí, también soy realista- estaban lejos de nuestras posibilidades concretas. Es que quería comparar, y al menos ser consciente de lo que me perdía (si es que me perdía algo, aún no estoy segura). Pero me sirvió para ver que con un presupuesto ridículo tampoco uno obtiene todo lo que quiere, o mucho más de lo que puede obtener por menos. Me planté en mis creencias más viscerales -no religiosos era la premisa-; dudé de las pedagogías constructivistas que alguna vez me interesaron; me pregunté si Montessori, si Waldorf, si, si, si...
El resultado: finalmente elegí colegio (luego de haber primero hecho la inscripción en otro y arrepentirme tras una subida inesperada de cuota -sí, así soy yo-). No tiene todo lo que hubiera querido (yo soñaba con orientación superartística, con clases de instrumentos de orquesta sinfónica, grandes coros, teatro y cantidad de muestras de artes plásticas). Pero tiene lo principal (a mi criterio, obvio, no son valores universales, ustedes harán su propia lista de prioridades): contención y calidez humana, por un lado, y por el otro un interés genuino por lo pedagógico, por las novedades en el terreno del aprendizaje (yo no quería fórmulas del Siglo XIX, eso estaba claro, y en la zona norte del GBA de eso hay todavía mucho -y si no revisen el cuaderno de primer grado y constaten si siguen con el "mi mamá me mima").
Y también aprendí a escuchar. Lo escuché a Seba, mi marido, que decía sabias palabras que para mí, al principio, eran necias. "El cole tiene que estar cerca, no sabés lo importante que es eso". Hoy le doy la razón. Es indiscutible. El cole tiene que ser funcional a la vida familiar. No puede estar a veinte cuadras y que uno tenga que correr todas las mañanas a las 7.50 AM, casi sin desayunar y con la almohada pegada, para llevar a los chicos (que siguen durmiendo en el asiento trasero del coche) puteando -qué lindo empezar así el día- porque nos metimos en un embotellamiento y estamos llegando tarde. Aprendí algo que no consideraba, entre mis tantos requisitos y expectativas: Hay que hacerse la vida más fácil, no complicarla sólo por gusto. Y la escuela tiene que ser la ficha adecuada que complete ese rompecabezas que es nuestra vida cotidiana.
Esa fue mi experiencia eligiendo "el cole". Ahora me quedan seis años de tranquilidad (o cinco, al menos), hasta volver a entrar en la vorágine de la búsqueda, esta vez con letras mayúsculas, más intensiva, más exigente que nunca: la del colegio secundario.
Les deseo suerte a todas en sus recorridos, encontrando el mejor de los colegios. Y les dejo un tip (aunque odio los tips, porque generalmente no funcionan, lo voy a dar): no piensen en el colegio perfecto, piensen en el colegio "perfecto" para sus hijos. Y como buena ex alumna de un colegio francés me despido, recordando a mi querido Franco Argentino. Au revoir mes amies! A bientot!
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