viernes, 17 de junio de 2016

Y en todo esto, ¿dónde están ellos?


Nos convertimos en mamás y, de pronto, ellos dan un paso al costado. Están allí, como espectadores, contemplando. Es que la relación bebé-mamá es de a dos; el tercero, al principio, parece estar en discordia. Pero nosotras enseguida queremos que forme parte del equipo, entonces comenzamos a pedirle cosas.

Le pedimos que arme una mamadera. Y él demora veinte minutos en hacerla y una entra en crisis porque ya no sabe qué hacer con el bebe que, eufórico, grita ¡hambre!

Después le pedimos que cambie un pañal, pero como no es su tarea favorita pronto lo encontraremos recostado en el sillón mirando tele junto a un niño todo cagado (sí, a ellos no les molesta para nada el olor). Y te reciben contentos: ¡Pero mamá, estábamos esperando que llegues para cambiarlo!

Después le pedimos que lo bañe, pero claro, nunca aclaramos que el baño también supone un lavado de pelo.

Y le pedimos que haga la comida de los chicos: menos mal que la prepara una vez cada tanto porque, si fuera por él, comerían siempre pastas o asado.

Algunos -como el mío- no saben qué es un body y pueden traerte todo el placard del bebé antes de encontrar la prenda adecuada. No distinguen entre unas patitas y una calza. No logran hacer dormir a un niño sin dormirse primero ellos. No saben hacer un peinado de nena, así que las sacan a pasear despeinadas. Generalmente se olvidan los abrigos. Gritan "gol" aunque saben que los chicos duermen, porque el partido es lo más importante. No se despiertan de la siesta ni aunque los enanos les caminen por la cabeza. No recuerdan los nombres de las maestras. Es imposible que lean un cuento completo. Llevan a dormir a los chicos pero, en su lugar, los exaltan y avivan el juego. No modificaron sus rutinas por la paternidad y jamás dejarán de ir al "fulbito" nocturno -y nosotras con odio los envidiamos porque hace rato que tuvimos que cancelar nuestras clases de gimnasia, pilates y yoga.

Pero chicas, hay que darles crédito. La mayoría lo intenta. Y están al lado de una, pase lo que pase. Y de a poco comienzan a hacer las cosas cada vez mejor. Supone un largo entrenamiento, pero al final lo logran. O casi (es normal que, después de cinco años, no hayan aprendido en qué cajón estaban los pulóveres de los chicos. Así que, por un detalle de esos, no rezonguemos).

Y no hay como ellos para jugar con los chicos: ésa es su tarea favorita. Los que tienen nenas hacen un esfuerzo y juegan con muñecas y ponis y se miran las pelis de princesas de Disney.

Y qué solas que nos sentiríamos sin su compañía. Y qué difícil que sería la crianza si ellos no estuvieran, aunque sea, para hacer de back up cuando estamos rendidas.

Así que no los retemos tanto. No los maltratemos, ni les recriminemos...¡si los queremos! Valoramos el esfuerzo que hacen, aunque sea, por complacernos. Por eso, especialmente este domingo, a mimarlos un rato.

¡Feliz día del padre!

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