La primera vez que tuve que elegir jardín de infantes, para mi hija mayor, desconocía el terreno. No sabía por dónde empezar ni cómo discriminar en un listado inmenso de instituciones. Así que opté por una opción sencilla: vi todo. Fui a cada uno de los jardines de Vicente López (y hasta algunos de Martínez, también). Para mi sorpresa, hubo más decepciones de lo que yo esperaba y la elección empezaba a dificultarse.
Después de recorrer bastante hice mi primer recorte: estaba segura de que no quería que Irina comenzara su escolaridad en un gran colegio. No quería que a la entrada se encontrara con los "grandes" de primaria, ni que usara uniforme, ni que el jardín estuviera dentro de un edificio enorme. Y menos que menos tener que elegir la escuela primaria cuando ella tenía tan sólo dos años. Así que dejé de mirar colegios y pateé esa decisión para más adelante. Quedaban entonces en mi listado una gran cantidad de jardines públicos y privados. El segundo recorte fue por la franja horaria. Me sinceré conmigo misma -me dije, "no nos levantamos muy temprano y no tenemos por qué hacerlo tan pronto"- y opté por el turno tarde. Ahí el universo se restringió bastante, porque no todos los jardines ofrecen turno tarde (algunos sólo tienen el turno tarde como opción para estirar la jornada de la mañana, pero no como turno único).
Por último, la elección era entre público o privado. Empecé por los privados, porque daban entrevistas temprano, a diferencia de los públicos, que normalmente abren sus puertas más hacia fin de año en vistas a la inscripción del ciclo lectivo siguiente. Mi primera impresión fue que gran parte de los jardines privados estaban levantados sobre viejas casonas, apenas refaccionadas, y las instalaciones no parecían acorde a las tareas que allí tendrían lugar. Pequeñas habitaciones poco ventiladas, o con ventanas pequeñas que daban a patios cerrados, o incluso he visto salas ¡sin ventanas! Pasillos estrechos, muchas escaleras (a veces sin las medidas de seguridad necesarias, como por ejemplo con las cintas anti-resbaladizas arrancadas en la mitad de los escalones), patios chiquitos y poco luminosos y la lista podría seguir... La mayoría carecía de un espacio cubierto, cerrado y amplio, como para hacer un recreo en caso de lluvia o reunir en alguna ocasión a todos los chicos del jardín con sus padres. En suma: instalaciones improvisadas, poco adecuadas. Muchos de esos jardines tenían proyectos pedagógicos atractivos, pero me preguntaba qué valor tenían todas esas propuestas si, a fin de cuentas, los chicos iban a estar todo el día hacinados en una habitación minúscula y oscura.
Así que así comencé a tachar buena parte de los nombres del listado y comenzaba a quedarme sin opciones. Entonces fue el turno de conocer el jardín público. En este caso, no todas las instituciones abren sus puertas y permiten entrevistas con la directora antes de las inscripciones. Creo que el modo en que te reciben por primera vez habla mucho del jardín y me quedé con aquellos que fueron abiertos, me mostraron las instalaciones y me contaron del proyecto pedagógico. Las referencias en este caso también son imprescindibles: hay muchas instituciones con excelente reputación y otras con muy mala (y en este último caso, los rumores corren rápido). Obviamente, me acerqué a los recomendados. Para mi grata sorpresa, las instalaciones de los jardines públicos, tanto provinciales como municipales, no sólo se encontraban en muy buen estado sino que eran espacios muy lindos y -¡Oh la la!- pensados especialmente para éso: albergar a un jardín de infantes. Espacios grandes y abiertos, luminosos, con sala de música, biblioteca, un piano, grandes salones de actos, patios enormes con un montón de juegos, algunos con ludoteca y huerta. Perfectos, al menos desde el punto de vista edilicio. Obviamente, luego no hay que resignar proyecto pedagógico. Es cierto, hay directoras que a duras penas pueden distinguir que hay un proyecto por fuera de lo establecido formalmente por la ley, pero muchas otras enriquecen lo formal con muchas ideas: educación socio-ambiental, huerta, alimentación saludable, recuperación del juego son algunos de los ejes que algunos jardines públicos proponen.
Es más: hace poco me enteré que, en Vicente López, un gran número de maestras de jardines municipales se capacitaron en el método de María Montessori y ya hay dos instituciones (un maternal y el jardín n°1 del Municipio) que están llevando adelante el nuevo sistema. La escuela pública está abriendo la cabeza, ¡finalmente!
¿Y qué elegí? - se preguntarán. Bueno, para sala de dos me quedé con un maternal privado, porque no había cupo en el jardín público que había elegido (eso es un problema en Vicente López, que da para explayarme largo y tendido en otra columna: casi no hay salas de dos en los jardines provinciales y en los municipales sólo hay en los que son maternales, con doble jornada obligatoria). Elegí entonces un maternal privado que era prácticamente una excepción entre todo lo que había visto, con un edificio todo hecho a nuevo, chiquito pero divino, de esos con pisos de goma y losa radiante, súper luminoso y con poquísimos chicos en la sala... y ¡también carísimo! Lo mejor (a mi criterio), en el mundo privado, parecía costar demás. De todas formas, lo recomiendo para quien lo pueda pagar. El maternal es perfecto para madres primerizas especialmente porque se centra mucho sobre lo asistencial: uno puede saber, al finalizar el día, si el chico comió, durmió, hizo caca y demás, porque todos los días esa información está en el cuaderno de comunicados. Y eso calma ansiedades.
Etuvimos ahí un año y, en salita de tres, pasé a Irina a un hermoso jardín público, de maestras supercálidas, poquitos chicos en la sala y una cooperadora excelente que hacía de todo por los chicos (y de la cual participé, claro). Para los que no conocen el mundo de la educación pública, éste es un dato importante: la cooperadora tiene que ser activa y constante. Un jardín con una buena cooperadora está impecable, porque son los padres comprometidos los que cubren las falencias del estado. Y si te gusta participar, el jardín público te da mucho espacio. En mi experiencia, tuvimos libertad con los papás para idear ferias del libro, invitar buenos espectáculos y hasta conformar una banda musical de padres. Obviamente, disfrutamos esa "vuelta al jardín" nosotros también.
En suma, no digo que una cosa sea mejor que la otra. Cada institución es diferente y también es diferente lo que busca cada familia en ella. Sólo digo que hay que barrer prejuicios. Antes de elegir, hay que mirar y comparar. Ver con nuestros propios ojos y después juzgar.
Wow! Estamos en la misma situación con mi nene y estamos con todos los miedos y dudas. Somos papas de Sebastián, hijo único y ya estamos en momento de empezar a recorrer este camino. Tu reflexión nos ayuda a pensar y a tomar una decisión. Gracias por compartir!
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